Las flores de Cirereta son fruto de un trabajo minucioso, cuidado y totalmente artesanal, donde el tiempo y la paciencia son ingredientes esenciales. Aquí las prisas no existen: cada pieza sigue su propio ritmo para transformarse en una flor única y con esencia.
Trabajo principalmente con tejidos naturales como la seda, el lino o el algodón, aunque, si el encargo lo requiere, puedo recurrir a otros materiales para crear justo lo que imaginas. Me atraen las materias nobles porque aportan autenticidad: cada flor respira naturalidad, sin artificios.
El proceso comienza preparando el tejido: lo apresto, es decir, aplico una preparación especial que le da firmeza y permite que conserve la forma al modelar los pétalos. Según la pieza, doy color al tejido a mano con pincel y tinte especial para fibras naturales, antes o después de recortar, buscando siempre el matiz perfecto de color. A veces trabajo pétalo a pétalo, resaltando pequeñas zonas para dar un acabado sutil y realista, como lo haría la naturaleza misma.
Después llega el modelado con buriles calientes. Poco a poco, cada pétalo cobra vida: aquí la paciencia y la técnica son imprescindibles para lograr que la flor tenga movimiento y carácter.
Una de mis partes favoritas es el montaje: unir tallo, pétalos y estambres para dar forma a la flor. Muchos de los centros y estambres los creo yo misma, ya sea con porcelana fría o con hilos especiales, para que cada flor tenga un corazón único.
En algunas piezas incorporo además otras técnicas artesanales que enriquecen el resultado y hacen que cada creación sea todavía más singular.
Y entonces sucede la magia: esa flor se convierte en lo que desees —una diadema, un tocado, un broche, unos pendientes, un corsage…— y pasa a ser un complemento Cirereta, la guinda perfecta de tu outfit.
Cada creación es compleja y requiere horas de dedicación. Por eso son piezas únicas, pensadas para quienes valoran la moda que se cocina a fuego lento, la artesanía visible y el trabajo hecho con alma.
